After setting tires and manure on fire, the Abu Awwads were preparing to leave their homes in the South Hebron Hills, on Monday. The settlers were already in evidence, their drone hovering overhead, hazing, chirping, brazen, provocative.Credit: Alex Levac
Sólo Bobi permaneció bajo el sol abrasador de 40 grados centígrados. Al principio intentó correr tras el convoy, pero enseguida se agotó y regresó a lo que había sido su hogar. Confuso, impotente y asustado, corría de un lado a otro, sin entender qué había pasado, adónde había ido su amo, adónde habían desaparecido las ovejas. Las llamas y el humo negro que se elevaban de la hoguera de neumáticos y desechos animales no hacían más que aumentar su ansiedad, así como el calor que le envolvía. Permaneció allí, en lo alto de la colina, lanzando furtivas y desgarradoras miradas en todas direcciones. No le quedaba ni un trozo de sombra, ni una gota de agua, ni comida.
El pequeño y triste convoy avanza lentamente por el sinuoso sendero de tierra que desciende de la colina. Es la última vez que descenderán por ese camino estas dos familias de pastores con sus hijos, sus rebaños y sus pertenencias. Se habían visto obligados a abandonar su pequeño enclave por miedo a los violentos colonos israelíes/judíos del puesto de forajidos que les miraban desde lo alto de la colina de enfrente. También se habían visto obligados a abandonar a Bobi, el perro, al menos por el momento. Había sido imposible ayudarle. Cada vez que su amo, Salah Abu Awwad, intentaba acercarse, Bobi enseñaba los dientes, gruñía y ladraba furiosamente. En cuanto a sus otros tres perros -Sahmoudi, Handor y el que no tiene nombre-, Salah se las arregló para meterlos en una pequeña jaula improvisada que cubrió con lona contra los castigadores rayos del sol, atándola al lateral del camión que se llevó su vida.
Pero Bobi insistió en presentar batalla y permanecer en su hogar a cualquier precio.
Aquí es donde el perro nació y donde muy probablemente morirá; su sumud, o firmeza, podría traerle el fin más rápidamente. Intente explicarle a un perro que su única oportunidad de sobrevivir es unirse al convoy humano que se dirige a otro lugar. Incluso en medio del tumulto de la partida, resultado de actos violentos y criminales, e incluso cuando uno es testigo de la desgarradora visión de personas obligadas a abandonar sus hogares por miedo, incluso entonces la soledad y el sufrimiento de Bobi se graban profundamente en el corazón de uno.
The Abu Awwads packing up.Credit: Alex Levac
Los hombres Abu Awwad -Salah, de 27 años, y su hermano Radwan, de 29- nacieron en este lugar, Khirbet Widady. Salah tiene ocho hijos de dos esposas, Radwan tiene una esposa y tres hijas. Cuando les visitamos el pasado lunes, habían abandonado su hogar natal. Sí, la transferencia de población en las colinas del sur de Hebrón está viva y coleando.
Las familias que se marchaban prendieron fuego al estiércol de las ovejas para que no cayera en manos de los colonos de Havat Meitarim, que expulsaron a los Abu Awwad; también arrojaron unos cuantos neumáticos viejos para reforzar el fuego. Justo antes de marcharse, Zinab, la madrastra de Salah y Radwan, de 51 años, añadió otro neumático a las llamas menguantes, añadiendo dramatismo a los últimos momentos de abandono.
Las familias no volverán. Dejaron atrás la hoguera, cuatro estructuras de piedra en las que vivían, que no tuvieron fuerzas para demoler, y un perro pastor abatido. Los colonos ya estaban en evidencia, vigilándolo todo: su dron planeaba constantemente sobre nuestras cabezas, zumbando, chirriando, descarado, provocador.
El dron es una de las razones por las que Salah decidió marcharse. Durante las últimas semanas, los colonos lo habían operado día y noche, para acosar a los pastores y asustar a sus rebaños. Salah afirma que 12 ovejas hembras y dos cabras perdieron sus crías nonatas al huir del dron. Ahora está directamente sobre nuestras cabezas, subiendo y bajando, ejecutando algo que se asemeja a una danza de la victoria insufriblemente arrogante y repulsiva. Para sus operadores es sin duda un día festivo, un día de felicidad.
Mas poder para vosotros, colonos. La tierra ha sido purgada de otras dos familias palestinas, personas que habían vivido aquí toda su vida. Ahora pueden seguir y apoderarse de más tierras que no son suyas.
A girl at Khirbet Widady.Credit: Alex Levac
Cuando uno levanta la vista hacia el puesto avanzado ilegal de la colina de enfrente, puede ver un edificio de viviendas y una estructura alargada que hace las veces de granero o corral; puede que haya otros edificios allí. Los colonos judíos aparecieron allí hace tres años y convirtieron la vida de la cercana comunidad de pastores palestinos en una pesadilla continua. Hasta que establecieron Havat Meitarim, la vida aquí era como dice Salah: perfecta.
Pero últimamente, su pequeña comunidad se encontraba atrapada entre la reja de separación a unos cientos de metros -más allá de la cual las familias tenían tierras de pastoreo que ahora les son totalmente inaccesibles- y el puesto de avanzada de los colonos y el puesto militar adyacente de Meitar
Sentían que se asfixiaban
Los ataques y el acoso de los colonos contra ellos y sus rebaños se sumaban al terror cotidiano.
Cuando llegamos a Khirbet Widady, estaban cargando las últimas pertenencias de las familias. Colocaron un baño portátil junto con contenedor de agua en un remolque tirado por un pequeño tractor alquilado. En otro camión apilaron las mantas, los colchones, los paneles solares y las camas, con la habilidad de los profesionales de la mudanza. Era duro ver cómo obligaban a los perros a subir al vehículo. Los hombres también encadenaron a un burro blanco a uno de los dos tractores que tenían, obligándolo a trotar detrás de ellos en medio del calor. La vida aquí era difícil tanto para los humanos como para los animales.
Por su parte, Salah, que supervisaba el empaquetado y la carga, parecía rebosante de energía, aunque nos contó que en los últimos meses dormía dos horas por noche. Esta mañana se había despertado antes del amanecer para poner todo en marcha.
"Es desgarrador", dice Nasser Nawaj'ah, investigador sobre el terreno de la organización israelí de derechos humanos B'Tselem en las colinas del sur de Hebrón. El propio Nawaj'ah había vivido en Susya, un pueblo palestino colindante con un antiguo yacimiento del mismo nombre, y tanto él como su familia y otras familias también habían sido expulsadas para dejar paso a los colonos, a otro lugar. "Qué quieres que te diga, es desgarrador", vuelve a decir.
Salah Abu Awwad.Credit: Alex Levac
Nawaj'ah, que ya lo ha visto todo en estas colinas, está documentando la partida en vídeo. Han metido algunas palomas negras en una pequeña jaula, que está colocada en el pequeño camión. Bobi se queja. Las ovejas fueron llevadas antes a una comunidad de pastores vecina; después de que sus dueños se instalen en su nuevo hogar, situado no muy lejos, el rebaño será trasladado allí. Las colmenas situadas debajo del lugar abandonado permanecerán allí hasta que también sean reubicadas. Llama la atención una niña que lleva una paloma.
Salah nació en el hospital de Dura, al suroeste de Hebrón, y creció en Khirbet Widady. La tierra allí, dice, pertenece al extenso clan Abu Awwad. La decisión de marcharse maduró a lo largo de varios meses. En febrero, los colonos se presentaron en plena noche, vaciaron los contenedores metálicos de leche y queso y dijeron que buscaban dinero o armas, pero no encontraron ni lo uno ni lo otro. En otra ocasión lanzaron a su perro contra los rebaños de los pastores.
La gota que colmó el vaso llegó a principios de este mes, después de Eid al-Fitr, la fiesta del sacrificio: los colonos acorralaron el rebaño de 150 ovejas de Salah y empezaron a llevarlas hacia la carretera. Salah llamó inmediatamente a su familia de la cercana ciudad de Samu, que corrió a rescatar a los animales. Los colonos ladrones huyeron, pero fue después de ese incidente cuando Salah tomó la decisión definitiva de marcharse. Su padre murió hace cinco años, pero Salah está seguro de que si estuviera vivo habría apoyado la decisión. "El gobierno, la policía, el ejército y los colonos no reconocen que ésta es nuestra tierra", declara secamente.
El domingo por la noche durmió allí por última vez. Él, su hermano y sus familias se trasladarán a una parcela de 4mil metros cuadrados que pertenece a su familia ampliada, en las afueras de Samu. Salah. Nos cuenta que tiene previsto levantar allí algunas carpas el lunes por la noche, a sabiendas de que los colonos y la Administración Civil del gobierno de ocupación israelí podrían aparecer también por allí. "Inshallah, la Administración Civil no vendrá y los colonos no vendrán, y entonces veré cómo seguir adelante a partir de ahí", dice.
Salah Abu Awwad with his family.Credit: Alex Levac
Las posesiones restantes, junto con los animales, los niños y los recuerdos, se han cargado en los camiones. El convoy parte lentamente. Es una imagen muy similar a las de 1948 (la Nakba, cuando se estableció el estado israelí) sólo que a cámara lenta en comparación con la huida de entonces. Salah se pone al volante del primer tractor que lleva el remolque con el baño portátil cuyo contenido se va derramando por el camino, como para marcar la ruta del éxodo. Condujo a toda velocidad, como si quisiera dejar atrás esta dolorosa escena lo antes posible. Le seguían los dos camiones, con los perros y los pájaros y los niños, etcétera. El burro blanco trotaba, pero en un momento dado el animal se separó del tractor y se negó a moverse.
Salah silbó a Bobi y le indicó que corriera tras ellos. Siguió silbando y el perro le siguió hasta que se agotó. Pero entonces volvió a su casa, sin saber que su hogar había desaparecido.
Posdata: El martes, tras su evacuación y traslado a la nueva localidad, los miembros de la familia Abu Awwad informaron de que funcionarios de la Administración Civil se presentaron allí y les ordenaron que se marcharan en dos días. Preguntados por Haaretz, funcionarios de la Administración y de la Oficina del Portavoz de las FDI investigaron el asunto y declararon que no tenían conocimiento de esa orden.
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